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sábado, 27 de diciembre de 2025

"Días sin pájaros", de Perfecto Herrera Ramos

El nuevo poemario de Perfecto Herrera Ramos (Berja, Almería, 1956), Días sin pájaros (Olé libros, 2025), traza un recorrido íntimo por los territorios del dolor, la nostalgia y la muerte, entendidos no solo como experiencias límite, sino como estados persistentes del alma.

A lo largo de sus versos, la voz poética se mueve entre recuerdos que pesan, ausencias que duelen y pérdidas que parecen irreparables:

"Nunca se sabe a dónde van las lágrimas / ni la ceniza blanca que traspasa la boca, / nunca se sabe si es vacío este dolor. / Hoy he vuelto a caminar entre la multitud / y he notado gemir la sangre y los relojes, / he sentido la lenta deflagración del día, / la mordedura en propia carne del tiempo mismo. / Crisantemos y espigas se devastaban crueles, / el desamparo ardía en la desesperanza. / Mis palabras en qué y dónde quedarán / sin que tiriten dientes y saliva, / en qué lugar de la memoria." (Fragmento de "Días sin pájaros")

"Nos demoramos en la faz azul de la penuria / mientras pensamos / en el encenagado reino de la infancia; / es sonoro el helor en las arterias / como en un recipiente / los clavos categóricos de la infinitud..." (Fragmento de "Transparencias")

El lenguaje, contenido y preciso, evita el exceso retórico y apuesta por imágenes sobrias, a veces ásperas, que refuerzan la sensación de desamparo y fragilidad humana. Cada poema funciona como una estación de duelo, donde el pasado se revisita con melancolía y el presente se percibe marcado por la conciencia de lo finito:

"La oscuridad inunda el iris de los vientos. / Caen los automóviles en el sonido de las horas, / y la tormenta enciende el rostro de la atmósfera, / en tanto los relámpagos descargan sus furores." (Fragmento de "La oscuridad")

Sin embargo, hacia el tramo final del libro se produce un giro sutil pero decisivo. Sin negar el sufrimiento previo, los poemas comienzan a abrirse a la luz: una luz frágil, no triunfal, que se manifiesta en pequeños gestos, en la aceptación del dolor o en la posibilidad de seguir habitando el mundo con una mirada renovada. La esperanza que emerge no es ingenua, sino profundamente humana, nacida de haber atravesado la oscuridad. De este modo, el poemario se cierra como un acto de resistencia emocional, recordándonos que incluso después de la pérdida y la muerte, persiste la capacidad de recomenzar, de encontrar sentido y belleza en lo que aún late:

Salir, al cabo,
salir al declinar la tarde,
a la inane secuencia de la luz,
al mar transubstanciado de la plata.

Sentirse bien, por fin, tranquilo,
salir
al mar, a todo,
al mar de plata,
al todo y a la nada,
                               a la luz.

                           (La luz)

Perfecto Herrera ha creado un poemario áspero, doloroso en su tránsito, pero que a su vez se abre a la reflexión y a la sospecha de que, en la finitud que somos, la poesía tiene algo de perdurable que permite amalgamar los retazos de vida que son dignos de ser recordados.

Fernando Mañogil Martínez. 

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