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Algunos poemas de mi cosecha

TENGO TRISTES LOS ZAPATOS

Tengo tristes los zapatos
de tanto vagabundear
por este mundo pequeño
que agranda mi soledad.

Tengo agudo el cerebro,
sonoro mi caminar,
los crepúsculos son eternos
en mi obscura levedad.

Repongo los glóbulos rojos
en mi cúspide lunar
y una furia de meteoros
precipitan mi despertar.

Me levanto en pleno enero,
me sacudo la piedad
y diluyo las cometas
de la playa de San Juan.

 Soy un Hércules sin Hidra,
un Aquiles sin talón,
soy la noche en pleno día
cuando no tengo tu amor.

Recompongo mis escritos,
acudo a la estantería
y divago entre papiros
de la antigua Alejandría.

Cada mañana es la torre
de un castillo sin guardián,
donde la lluvia recorre
encinares de libertad.

Pidiendo una amnistía,
buscando coartadas, sin más,
acudiendo a la psicología
para poder despertar
de este mundo sin freno
que prepara su final.

CONFÍO

Mi lucha no es la tuya,
mi horizonte no es el sol,
mi réplica no es tu huida
ni mis noches son tu religión.

Confío en la melodía
que los ríos entonan con tesón,
y confío en la rebeldía
que estalla en el corazón.
 
Mi rabia no es contenida,
mi tren salió de la estación,
busca manadas de lobos
hambrientos de rebelión.

Confío en el proletariado,
que suda por amor,
que busca semillas y raíces
en un mundo de cartón.

Mi ganancia no es tu credo,
ya comienza a marchitarse la ilusión,
nos devoran los matojos
de un ambiente en sarampión.

Confío en las almas ajenas,
que vuelan en busca del calor
de un plato de comida,
una manta y un colchón.

Mi espada es tu labio afilado,
mi escudo es tu raza y tu razón,
la avalancha de los sueños
se precipita en mi canción.

Confío en lavar las penas,
con alabanzas y resignación,
que la vida ya se lleva
las alas del perdedor.

Mi tierra ya bosteza,
ya busca un nuevo sol,
para plantar las raíces
que me den la solución.

HE VUELTO

He vuelto para vivir contigo separado,
para que me sientas alejado a tu lado,
he vuelto para besarte sin sentimiento,
he vuelto para amarte con resentimiento.

Las historias desprendidas
de las lenguas amarradas
no son historias sinceras
ni de amores ni de hadas.
 
Las bocas de los presos
que quedaron en sus fraguas
no son bocas indiscretas
ni jardines de batallas.

Los sonidos de la noche
no son aullidos de marras
ni canciones inconcretas
de adalides de luna amarga.

He vuelto para mirar de frente al destino,
para saciar de savia los bosques
y vivir en las mejillas
que ilustraban tus reproches.

He vuelto para ser más humano,
para buscar las insignias
que guardan tus manos.

Regresar es volver algún día,
no al país olvidado,
sino a la relación íntima
que guardo con tus labios.


COMPAÑERO CREPUSCULAR

Iban solos, por la ciudad,
él sacó un caramelo del bolsillo
y a su compañera se lo dio a probar,
caminaban intranquilos, solitarios,
huérfanos de padre y madre,
sin esperanza de albergar el otoño en sus corazones.

Ella llevaba una orquilla
que le taladraba la cabeza;
él la abrazaba con fuerza
y sentía su palpitar;

era intenso pero descompensado,
no seguía la lógica aristotélica,
no aceptaba el paso del tiempo.

Iban solos, por las calles,
no hablaban, se miraban sin más,
él se llevaba la mano a la frente;
ella le preguntaba: ¿estás mal?
Fue la primera frase del día
y él la recibió en estado de ansiedad,
ella se apartó las mechas de cabello
que se precipitaban hacia sus ojos,
le agarró las manos fuertemente,
caminaban intranquilos,
sabían que había algo que ocultar,
rastrearon los desiertos
que les quedaban por amurallar.

Ella se sentó en un banco
para ver el paisaje crepuscular,
él se sentó a su lado,
ya nunca se volvió a levantar.

Quedó ella mirando al firmamento,
le temblaban los labios,
sentía cómo le sacudía el corazón
y sus ojos aletargados entraron en acción.

Caminaba sola, por el parque,
sacó un pañuelo para enjugar sus lágrimas,
ya todo no sería igual,
y huérfana de padre, de madre
y de compañero,
no volvió a ver un crepúsculo en su soledad.


 DEFIENDO Y DETESTO

Defiendo los corazones
que se cansan de esperar
al cambio de las estaciones
y a las luces del portal.

Defiendo la enredadera
que no se deja atrapar
y surca los mares y el cielo
en busca de libertad.

Detesto las etiquetas,
los clichés y el despertador,
que acaban con almas inquietas
en el fondo del probador.

Detesto las fusiones
de tantas sucursales
prefiero las profesiones
que tienen los animales.

Defiendo la poesía,
el musgo del atardecer
y detesto las autovías
que el mar no me dejan ver.
 
Defiendo tu noche si es pura,
si es un cáliz de salvación,
si muestra la luna futura
en el fondo del corazón.

Fernando Mañogil Martínez "Del yo al nosotros"