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miércoles, 11 de septiembre de 2013

PASÓ EL VERANO

Pasó el verano, tiñendo el otoño de soledad,
dejando en mi mente el recuerdo de la tempestad,
de los días largos y los soles dorados junto al mar.
Pasó el verano, y ya sólo quedan ramajes por quemar.

Regresa la nostalgia, los atardeceres pierden intensidad,
pierdo el tiempo en menudencias y en noches de castidad.
Muero a la orilla de mi alma, dejando un cantar,
llevando mis restos a un lado, mientras veo la sangre brotar.

Me abrazo a una nueva compañera, que se llama soledad,
respiro en la cima de un monte los aires de libertad,
pensando que tú estás tan lejos
que no te puedo besar,
viendo que no quedan noches
que dibujen tus caderas al andar.

Tu beso se ha quedado en mi pecho grabado,
tus manos son el tacto de mis manos frente a un sol dorado.
Tus ojos se han clavado en la urna de mi mente
y siento, por momentos,
que todo esto tendrá un final ardiente.

Mi cama es un navío que te espera anclado,
mi vida es el hastío cuando no tengo tus labios.
Tu cara es mi prototipo de paisaje, tu nariz una montaña,
bella como el rocío de una nueva mañana.

Tus ojos son los lagos donde yo me suelo bañar,
y me quedo desnudo cuando a tu boca voy a parar.
Tu boca es la cueva de mi pasión,
en ella resucito y todo en mí se vuelve religión,
se quedan mis pupilas dilatadas, y mis dedos
se convierten en la llave para abrir tu alma.

¡Qué recuerdos trae la palabra soledad!
¡Qué susurros dejan los árboles en la tempestad!
¡Qué cantares de los pájaros cuando en las ramas se posan!
¡Qué vida la mía si la lluvia ya no es otra cosa!

Me espera un crudo invierno y una estrella,
mi deseo no es otro que llegar hasta ella.
Me aguarda un amargo otoño y una ilusión,
mi anhelo no es otro que regresar a tu corazón.

Pero, mientras tanto, el tiempo pasa lento en el reloj,
se mueven las horas y se queda vacío mi interior.
Pasó el verano, tiñendo el otoño de soledad,
ahora sólo queda mi navío y noches de tempestad.

Fernando Mañogil Martínez (Del yo al nosotros)