En Palabras sedimentarias (La Garúa, 2025), Mª Carmen Ruiz Guerrero se adentra en el territorio sagrado del lenguaje, ese espacio donde la vida deja de ser fugaz para devenir memoria, identidad y resistencia. El poemario no es sólo una recopilación de versos: es una meditación profunda sobre el poder de la palabra, sobre su rol insustituible para contar lo vivido, lo soñado y lo perdido:
Escarbo agujeros casi diariamente,
algunos más profundos,
a otros les permito ser apenas.
Son madrigueras para mis deseos,
huecos terrenales hechos con las manos,
con las uñas, con el hambre.
(Fragmento de "Hermética")
Cada poema es una revelación íntima: la vida aparece fragmentada en imágenes, sensaciones y pulsos del tiempo, pero siempre reconstruida por la palabra. El yo poético no narra por contar, sino por existir. Aquí, hablar es vivir; escribir, sobrevivir. La palabra no adorna la experiencia: la sostiene, la funda, la transforma:
Las palabras aéreas llega un día en
que precipitan, como lluvia de otoño,
como hojas de otoño en su caída. El suelo
húmedo sabe qué hacer con ellas,
saborea su ser nutritivo y abre
las piernas
de par en par.
(Fragmento de "Palabras aéreas")
Hay en estos versos una conciencia aguda de que el lenguaje no es mero instrumento, sino un nexo infranqueable entre ser y mundo. Cuando la voz poética evoca la infancia, la muerte, un deseo, lo hace con la certeza de que solo mediante el verbo puede conferirle sentido a lo vivido. Así, vida y palabra se entrelazan hasta volverse indistinguibles:
No sé qué me da más miedo,
si que la vida se convierta
i r r e m e d i a b l e m e n t e
en literatura,
o que la literatura
i r r e m e d i a b l e m e n t e
se transforme en vida.
Callar, no escribir,
para que no exista.
Y a veces, cómo no reconocerlo,
escribir para invocar.
("Profecía")
En un tiempo donde la fugacidad amenaza con devorarlo todo, Palabras sedimentarias se planta como un acto de afirmación: mientras haya palabra, la vida no se extingue. El poemario no teme explorar el silencio, pero nunca lo concede del todo: incluso en la pausa, la palabra respira.
Con un lenguaje sobrio y una cadencia que oscila entre la meditación y la confesión, la obra de Ruiz Guerrero invita al lector a preguntarse: ¿qué sería de la vida si no pudiera ser contada? La respuesta resuena en cada verso: sin palabra, la vida sería un eco perdido:
La palabra es un pájaro.
En el pico guarda la semilla
del lenguaje origen,
siembra el vuelo, canta
la raíz.
("Ave de vuelo")
Fernando Mañogil Martínez