Los primeros libros de García Faet, recogidos en Corazón tradicionalista: Poesía 2008–2011', ya mostraban una orientación poética marcada por el descentramiento del yo, la hibridez estilística y una voluntad de renovación del registro sentimental. La poeta se vale de estrategias como la autocita, el humor autoconsciente o la mezcla de niveles lingüísticos para construir un sujeto lírico fragmentado, que tematiza su propia fragilidad sin ceder a la solemnidad:
Lo sé: eres brontofóbica y frágil,
La ironía, en esta etapa, no opera como negación de la emoción, sino como mecanismo de defensa frente a un lenguaje lírico heredado que la poeta parece querer deconstruir desde dentro. El resultado es una poesía aparentemente ligera, pero cargada de dislocaciones discursivas y crítica cultural.
Con La edad de merecer (2015), García Faet alcanza una mayor cohesión formal y una claridad lírica que no renuncia a la complejidad del yo poético. El amor, más allá de ser un motivo recurrente, se propone aquí como núcleo ético, como una forma de resistencia frente a la alienación y la precariedad emocional. El poema se convierte en espacio de negociación entre la subjetividad individual y el deseo de comunidad afectiva:
Creer que estás embarazada
Querer sexo (querer que quieran sexo
contigo) pero pasar el viernes sola
Ponerte en el pellejo de la hermana de Celan
que nunca apareció
Ver llorar a un anciano
que ha visto un reportaje en la televisión pública
sobre el abandono de ancianos; su triste párpado
de repente
chasquea
Ir al ginecólogo y decir
creo que estoy embarazada
Desmayarte de nervios y dolor; el doctor te hipnotiza
con su insulto feroz “no sé por qué, querida,
te duele tanto este dilatador: es
para vírgenes”
Decirle a tu madre
he ido al ginecólogo
porque creía que estaba embarazada
Ah, ¿ya mantenéis relaciones sexuales completas?
Y sin precauciones, estoy decepcionada
Ver que tu madre está decepcionada, tu
madre está
decepcionada
Ponerte en el pellejo de Celan
que jamás encontró a su hermana
imaginaria
Ponerte en el pellejo de Giséle porque
Celan intentó estrangularla porque
jamás encontró a su hermana
imaginaria
Querer gustarle pero él te dice
si quieres vamos a mi cuarto o a tu cuarto
Lleváis apenas 10 minutos
con los besos no te fías
de él
Querer sexo pero no fiarse
Ah, ¿pero querías algo auténtico?
Y sin precauciones, estoy decepcionado
Me dijiste que tenías el corazón atado
al tobillo
Lo siento lo solté un momento me dormí
y se me escapó
Es un desobediente
Muy mal muy mal pídele perdón al chico
Perdón
chico
Desde el punto de vista estilístico, este libro profundiza en la fusión de registros cultos y coloquiales, e intensifica la musicalidad del verso libre. García Faet demuestra un dominio del ritmo y de la imagen poética que refuerza la dimensión performativa de su escritura.
En Los salmos fosforitos (2017), la poeta radicaliza su apuesta formal y temáticamente subraya su filiación con una tradición visionaria y transgresora. El título, que remite irónicamente al lenguaje bíblico, ya sugiere la tensión entre trascendencia y parodia que recorre toda la obra. El uso de un léxico desbordante, brillante, incluso hiperbólico, sitúa a este libro como uno de los puntos más altos de su trayectoria.
El lenguaje funciona aquí como materia viva, inestable, que se resiste a ser domesticada por formas tradicionales. Hay una voluntad clara de interpelar al lector desde lo emocional, pero también desde lo ideológico, al problematizar la construcción de género, los vínculos afectivos y los lenguajes del poder, al modo del César Vallejo de 'Trilce':
Toda depresión es topográfica.
Meteoritos que laten.
En el locus amoenus de
mi carne,
trüena un lobo feroz.
Ejido puntillista! Minimizo mayúsculas!
Rubores encarnados, ab-
undantes, undantes. Ya estamos otra vez
en The Miriam Hospital, ya estamos
otra vez
en la sala de espera. Locus tenebrosus,
cuando las avenidas están completamente a oscuras
loca loca loca pero no, tranquila! Soy
o estoy
tranquila, créeme! Me tomo mis meteoritos
como me han mandado.
Lato. Puedo decir
“puedo decir que ya pasó,
porque estoy tomándome mis meteoritos”?
(Fragmento del poema "LVII")
En libros posteriores como Una pequeña personalidad linda (2021) y Corazonada (2023), García Faet continúa explorando la relación entre escritura e identidad. En particular, Corazonada —una recopilación selectiva organizada en estaciones— propone una autolectura crítica de su propio recorrido poético, permitiendo observar los ritmos y las obsesiones que atraviesan su obra: el corazón como símbolo ambivalente, la infancia como lugar de la pérdida y del juego, la belleza como categoría inestable:
Mi más querido Adam Zagajewski:
estás en la terraza que ya comienza a helarse,
amigablemente charlas con un bigote húngaro
sobre la Ley de las Consecuencias Imprevistas
de la Siempre Embarazosa Acción Humana y Europea
que enunció Robert Merton;
mencionas a Anna Frank
y toses.
Mientras, estás en la Residencia de Estudiantes;
yo, embobada y fértil en la primera fila,
tomo nota de cómo escribir néctar y polen
sin renunciar al sentido de lo trágico:
lo alegre y lo insoluble y el amor sin ortodoxia
y algo más bello aún: lo bello inútil.
Tú no lo sabes —porque transitas,
porque trasladas
poemas
en rutas, sedas—,
pero mi cólico nefrítico se está fraguando in situ;
mi emoción
en castellano viejo
cuando dices Infancia, sangre, días festivos
en polaco,
hay que verla…
En conclusión, la trayectoria poética de Berta García Faet puede leerse como un proceso de expansión y desplazamiento constante. Desde sus inicios, marcados por una sensibilidad híbrida y una escritura autoconsciente, hasta sus últimas publicaciones, donde la reflexión metapoética y la apuesta formal se intensifican, García Faet ha desarrollado una poética coherente en su pluralidad. Su obra ofrece una crítica del lenguaje poético tradicional a través de la reapropiación irónica y afectiva de sus signos, y una apuesta por la belleza entendida no como orden, sino como intensidad, rareza y fragilidad compartida. Sin lugar a dudas es, para mí, una de las voces a tener en cuenta en los próximos años.
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