La nueva novela de mi admirado amigo Fernando Parra Nogueras, con el sugerente título de Herida y ventana (Ed. Funambulista 2025), nos invita a acompañar a su alter ego que, tras caer en una profunda depresión, decide retirarse a la casa de sus abuelos, ya fallecidos, en un pequeño pueblo de la serranía andaluza. Desde ese paisaje de calma y distancia, intenta recomponer su mente, ordenar sus ideas y encontrar una salida al laberinto emocional en el que se ha perdido.
El relato, construido con una prosa limpia y contenida, se adentra en los pliegues de la mente con una sinceridad poco habitual. No hay sentimentalismo ni dramatización, sino una mirada lúcida sobre el sufrimiento y la lenta tarea de reconstruirse. El entorno rural —con sus silencios, su luz y sus rutinas— actúa como espejo y contrapunto del mundo interior del protagonista, dibujando una geografía del alma tan precisa como el paisaje que la rodea.
En medio de ese retiro emerge Bea, la esposa, como figura clave del relato. Su presencia se erige en símbolo de esperanza y guía, una suerte de Beatrice contemporánea que, como en la Divina comedia de Dante, conduce al protagonista fuera del infierno emocional. No desde la trascendencia, sino desde la humanidad más sencilla: el amor, la paciencia, la comprensión.
La novela logra, con sutileza y hondura, hablar de la salud mental sin clichés ni concesiones, reivindicando el poder sanador de la palabra y la compañía. Es una historia de caída y redención, pero también un canto al amor como brújula en tiempos de oscuridad.
Con esta obra, mi querido tocayo confirma una madurez narrativa y una sensibilidad capaces de convertir el dolor en belleza. Una novela luminosa sobre la fragilidad y la esperanza, ambientada en un rincón de Andalucía donde el silencio, lejos de ser vacío, se vuelve promesa de renacimiento.
Amigo, lo has vuelto a hacer. Tú también eres de remontadas épicas.
Fernando Mañogil Martínez.