Raro es todo, cuanto menos,
cuando veo en los pasillos
los precarios fugitivos
encerrados con pestillo.
Casos nuevos cada día,
más vendedores de humo
que nos piden que sigamos
siendo presos del consumo.
No tenemos herramientas
para arrancar rascacielos
porque el cielo está infestado
de aviones de terciopelo,
de maletas de dinero,
de paraísos sin palmeras,
de cañones indiscriminados
que alcanzan a las estrellas.
Hay que abrir una zanja,
echar tierra de por medio,
alejar hienas y ratas
de este oasis que es desierto.
Hay que enterrar el miedo
con el que nos han controlado,
buscar en las esquinas
algún nuevo abecedario.
No hay nada de lo que arrepentirse,
no hemos vivido en palacios,
hemos cogido aquello
que ofrecían edulcorado.
Nos han hecho responsables
de sus vicios y sus actos
y ya es hora que mi pluma
sea un arma para increparos.
Fernando Mañogil Martínez (Poema inédito)
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