Carcelarios en silencio vencidos por la ignorancia
caen lastrados al pasado por disparos sin motivo,
fuego y sangre, sudor y asfalto,
carcajadas de tristeza en la calle del llanto.
Almas presas de deseos que discurren por violáceos
rascacielos de odio y ruina que forjaron los más fieros,
zarpas que antes eran manos, lobos que devoran cuellos,
puñaladas de incultura que blasfeman por el cielo.
Sin palabras y sin credos, pregonando macabras danzas,
invocando a las parcas para que corten la vida,
para que mastiquemos el polvo amasado de desdichas
y nos sometamos a los callejones que nos brindan.
Pregonamos fúnebres palabras que destrozan el silencio,
que desgarran la carne y matan al hada del cuento,
perdemos la vida en partidas sin arte,
en naves de consumo y bocanadas sin aire.
Se despuebla el cuerpo, descomprimimos el odio,
se busca a toda costa el orden sin voz ni voto,
se enrarece todo el orbe, nos compadecemos
de las ráfagas de luz que serpentean entre las nubes.
No queda nada en los bolsillos, no hay nada que perder,
no hay recuerdos infantiles en las arrugas de la frente,
sólo cabe apretar los dientes, agarrar fuerte el timón,
levar anclas y que el océano sea benévolo con los justos.
Poema inédito. Fernando Mañogil Martínez
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