AMOR DE SENECTUD
Cuando
partió aquella mañana
sin
demora, presto, hacia la oficina,
entendía
que sería un día como
cualquier
otro de los tachados en el calendario.
Rozó,
sin embargo, las nubes con los dedos,
los
astros se mostraban decorosos ese día,
las
canas y las arrugas de la frente
le
dieron una tregua merecida.
El
destello de una mirada femenina
fue
rejuveneciendo su ajada envergadura,
las
manos le temblaban al unísono
y
todo era cada vez más hermoso y desconcertante.
Aquello
era sobrenatural,
estaba
adquiriendo tintes dalinianos,
cuando
vio que se escapaban de su boca
multitud
de mariposas amarillas.
Entonces
derogó la ley de Murphy,
contrató
una trova santiaguera
para
no dejar a su morena
llorando
en soledad lágrimas negras.
Tomó
la decisión más acertada,
y a
su vez la más intempestiva,
agarró
por la cintura su guitarra
y
dejó volar unos versos taciturnos
con
tanto tino y espesura en los vocablos
que
llegó a sacar del alma femenina
todo
lo bueno que dejó al final de la cajita
la
hija de los labios de Pandora.
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