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domingo, 28 de septiembre de 2025

"Jardín cerrado", de Carlos García Mera

El flamante Premio Internacional de Poesía "Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2025 ha recaído en el libro Jardín cerrado (Devenir), de Carlos García Mera. Estamos ante un poemario que nace desde la contemplación serena del mundo natural y se adentra, con pasos ligeros y hondos, en el terreno íntimo de la conciencia. García Mera no escribe desde el apremio ni desde el artificio estético, sino desde una escucha atenta, casi espiritual, a los ritmos mínimos de la existencia: "Al aire un leve gesto, / la luz que no termina, / la mano abierta al pulso / de otra mano que escribe / un círculo secreto."

Este libro no es solo una recopilación de poemas; es un itinerario meditativo que propone una lectura pausada, casi como quien recorre un jardín zen (cerrado): sin prisa, en silencio, con la mirada abierta a lo invisible. No hay estridencias ni urgencias temáticas; hay una fidelidad profunda a lo esencial, a lo que —por estar siempre presente— suele pasar desapercibido: "He aprendido del liquen / la paciencia antigua de su oficio, / a respirar en la corteza de los días, / a compartir el secreto de la luz / destinada a lo invisible. "

Uno de los ejes más potentes del poemario es su forma de acercarse a la naturaleza no como un simple escenario, sino como un interlocutor íntimo, incluso como un espejo donde el yo poético se reconoce y se disuelve. A través de versos breves, a veces cercanos al haiku, el poemario retrata con sensibilidad paisajes mínimos: "Para ti quiero / una cama de helechos, / una lluvia mansa como un llanto / que limpie bien tu cuerpo / de llagas y de olvido."

En las imágenes que se despliegan por el libro observamos una mirada que va más allá de lo descriptivo: se trata de una comunión entre el afuera y el adentro, donde la observación conduce a una forma de revelación. La naturaleza, en este sentido, se convierte en maestra silenciosa, en símbolo y en umbral: "La naturaleza busca redondear sus formas, / acallar así el hueco de su herida. / La blanca nervadura de las hojas / pliega hacia adentro el aire / caliente de la tarde."

La introspección que propone el poemario no es un análisis psicológico ni una confesión personal, sino una especie de arqueología espiritual en la que García Mera no se impone; al contrario, se retira, se borra, para que aflore la naturaleza frente a lo material perecedero: "Lo poco que sé de mí / está escrito en el anillo más hondo de un nogal. / Buscamos lo inesperado / en lo alto de las torres, / en la cima de los templos. / Ignoramos que existe la sorpresa / en la belleza de lo simple, / en el jardín cerrado de un bosque / al que hemos sido invitados / después de la tormenta."

El uso del verso libre, de las pausas, de los espacios en blanco, da al lector la posibilidad de respirar dentro del poema. Se siente que cada palabra ha sido elegida con cuidado y que cada silencio es tan elocuente como sus versos.

Jardín cerrado nos enseña que en un tiempo de ruido, velocidad y saturación, esta poesía propone otra forma de estar en el mundo: estar presente, estar atento, estar en paz. Y eso, en estos tiempos, no es poca cosa.

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