El demonio ha venido a lastrar mis
pensamientos,
reniego de mí,
quemo mis alas de ángel ceniciento
y busco un nuevo abril.
Mastico la hierba seca,
despido los atardeceres,
y se me escapa una mueca
que contamina los vergeles.
El mundo ya ha vendido su alma al
diablo,
no lo sabe,
el hombre se ha quedado divagando,
y no lo sabe.
Las mujeres y los niños
se consumen en silencio,
la tarde polvorienta
se ha teñido de blanco y negro.
Masas de gentes deformes,
epitafios que suspiran al aire,
ruiseñores que se mueren
en las ramas del hambre.
Los gobiernos saludan
desde su palco,
sus miradas asesinas
me dan asco,
y vomito en una esquina
antes de morir despacio.
Fernando Mañogil Martínez. Del yo al nosotros
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