Entre las brasas del instante (Ed. Balduque/ Calblanque, 2025), de Daniel Mocher, se construye como un cuaderno de haikus donde cada texto, breve y preciso, funciona como una ventana a la experiencia del tiempo. Mocher adopta la forma clásica japonesa para mirar un paisaje plenamente mediterráneo: "Hoy, más que el sol, / la pared encalada / nos ilumina."
"Días ventosos, / rumor del oleaje / en la enramada. / Mi corazón: un barco / que va hacia los rompientes."
En estos versos mínimos, la naturaleza no es un telón de fondo, sino una presencia viva que acompaña y modula cada estado emocional.Las estaciones del año funcionan como una estructura íntima: la primavera aparece como una promesa que se despierta despacio; el verano, asociado al recuerdo de la niñez; el otoño, como una madurez serena en la que caben el sosiego y la melancolía; el invierno, como refugio y recogimiento. Esa correspondencia entre ciclo natural y ánimo interior dota al conjunto de una música sutil, de un ritmo que fluye sin brusquedades, como un paseo silencioso por senderos conocidos: "Fin del verano. / Me lo han dicho tus ojos, / muertos de frío." "Vuelve un verano / sin sombras, la avenida / de mi niñez."
"La primavera / viene dando lecciones / de teología."
Uno de los mayores aciertos del libro es la forma en que aborda el amor. Aquí no hay tormentas pasionales ni gestos grandilocuentes: el amor aparece como un gesto diario, sencillo y correspondido, parecido al milagro humilde de una flor que brota o de una luz que vuelve cada mañana. En esa contención radica su belleza; el poemario demuestra que la emoción puede ser profunda incluso cuando se expresa en apenas unos versos: "Ruego que todo / en mi vida suceda / como contigo: / arder entre las brasas / del instante y saberlo."
La escritura, depurada y limpia, aprovecha la esencia del haiku —sugerir más que decir, observar antes que interpretar— y la adapta a un paisaje y a una sensibilidad mediterráneos, logrando una voz propia que respira cercanía. Cada poema es un destello que invita a detenerse, a sentir, a escuchar lo que el instante tiene para decir: "Solo tenemos / la brasa del instante, / su quemadura."
Daniel Mocher celebra la vida en su transcurrir y la convierte en una sucesión de pequeños momentos que el lector debe completar con su íntima reflexión.